Diferencias aparentemente leves en las tasas de crecimiento anual pueden tener un fuerte impacto sobre el nivel del ingreso per cápita en un período largo (el chileno promedio de hoy tiene un ingreso en torno a los 10.000 dólares anuales, que en términos reales es casi seis veces mayor al de 1900).
A medida que una economía entra en la fase de crecimiento económico moderno, este proceso desata un importante cambio en la estructura económica. En las economías que crecen, el tamaño relativo de la agricultura tiende a reducirse.
Por otra parte, en las primeras etapas del crecimiento acelerado, el sector industrial crece rápidamente, luego alcanza un punto máximo y después su participación en la economía comienza a disminuir. El sector servicios, por su parte, crece constantemente y aumenta su participación en la economía a medida que la agricultura -primero- y la industria -después- reducen la suya.
Otro patrón del desarrollo es la urbanización. En todo el mundo, la población urbana probablemente no pasaba del 8% en 1800. La urbanización a escala mundial superó la barrera del 50% por primera vez en la historia alrededor de 1990
Otra característica del crecimiento económico es un aumento de la división del trabajo y de la especialización. El avance tecnológico, que se traduce tanto en la creación de nuevos productos como en la habilidad de elaborar productos existentes a menor costo, es uno de los motores más importantes que impulsan el crecimiento económico. Si bien existen muchas fuentes para el progreso tecnológico, los recursos específicamente dirigidos a la investigación y el desarrollo (I&D) son los más importantes. Los países líderes en innovación suelen destinar anualmente entre el 2,5 y el 4,5 por ciento del PIB a I&D, distribuyéndolo entre diversas entidades. Los países pobres por lo general destinan muy pocos recursos a este objetivo, bastante por debajo del 1% de su PIB. Y como el PIB per cápita de un país pobre puede ser una décima parte o menos del de un país rico, la brecha del gasto per cápita en I&D con frecuencia difiere en más de veinte o treinta veces. Así, Chile sólo destina alrededor de un 0,6% de su PIB a I&D.
La función de producción señala la relación entre el producto, los factores (o insumos) y la tecnología. A partir de esa relación, podemos considerar que el crecimiento del producto está relacionado al grado de innovación tecnológica y al crecimiento del capital y del trabajo en la economía, estos últimos ponderados por su participación en la producción, de ahí la importancia del progreso tecnológico para los países en vías de desarrollo.